Frecuentemente escuchamos que un vehículo ha sido catalogado como «siniestro» tras un incidente, pero lo correcto es referirse a este como un siniestro total. Esta designación se aplica cuando un vehículo asegurado se destruye completamente o los daños impiden su reparación.
Un siniestro total puede ocurrir bajo dos circunstancias: si la reparación supera las capacidades técnicas para restaurar el vehículo a su condición original, o si el coste de dicha reparación excede el valor actual del vehículo.
Un experto en valoraciones, conocido como perito, es quien determina si el vehículo cumple con las condiciones de siniestro total evaluando los daños y el valor residual.
Casos típicos de siniestro total incluyen vehículos que no se recuperan después de un robo, los que se dañan hasta un punto donde la reparación no es rentable, o aquellos que se destruyen completamente en un incendio.
A menudo se piensa que solo las pólizas de seguro integral cubren estos incidentes, pero hay pólizas más básicas que también ofrecen protección en caso de pérdida total.
Es vital para los asegurados conocer y comprender la cobertura de su seguro para estar protegidos en caso de siniestro total y evitar pérdidas significativas.
En situaciones donde el seguro considera el vehículo como siniestro total, es posible disputar esta decisión y solicitar una reparación, aunque a menudo esto requiere un proceso legal.
Los asegurados también pueden optar por conservar el vehículo dañado, ya sea para intentar reparaciones independientes o para vender los restos a un desguace.
El valor de un vehículo siniestrado se calcula generalmente a partir de su valor venal, que considera factores como la marca, modelo y antigüedad, pero no necesariamente el kilometraje o el mantenimiento.
En casos donde un tercero es responsable del daño, se puede reclamar al seguro de esta parte una compensación basada en el valor de mercado del vehículo.